El pabellón de los animales domésticos. Héctor Prahim.

Este libro llegó a mis manos el mismo día de la presentación.
Una noche cálida de viernes, siempre hay una noche cálida en agosto pero ésta lo fue, también, por el recibimiento del autor y la cantidad de gente que se acercó. Los presentadores estuvieron emocionados y Héctor Prahim nos hizo llorar a todos con su anécdota final.
Estar presente en ese evento me dio un panorama de lo que iba a leer en El pabellón de los animales domésticos, editado por Indómita Luz.




Pero sólo fue un principio.
Este libro es de una intensidad abrumadora, alta dosis de belleza en la construcción de frases y en las historias. Mezcla poesía entre líneas. Leerlo genera que la yema del dedo recorra el papel, la sonrisa cuelgue de los labios.
Creo que con esta reseña voy a caer en todos los lugares comunes: es increíble, es hermoso. Héctor escribe tan bien, prosa impecable. La edición es preciosa. Historias que te atrapan. ¿Todas? Sí, todas.


-Ojalá alguien haga lo mismo por mí -digo en voz alta, mientras las hormigas sigue, entran y salen por detrás de la heladera. Enseguida recuerdo un sueño del verano pasado: la muerta sentada en el living, en ese sillón al que no he vuelto a sentarme, tenía las manos de uñas quebradas sobre sus rodillas, y las hormigas iguales a éstas moviéndose en remolino a través de sus pies descalzos y sucios, apenas iluminados, y no dejaba de repetir: estéril, estéril.

Nueve cuentos integran El pabellón de los animales domésticos.
En ellos cada personaje lucha su propia batalla.
Contra el abandono, el desamor, la muerte, los fantasmas del pasado, el miedo. Luchas que nos son familiares, cotidianas.

Los títulos son extraordinarios, es difícil ponerle nombre a un relato.
Voy a contarles un poco de qué tratan, no puedo elegir uno que me guste más que otro, ¡son todos buenos! Elegí los que más me movilizaron.

El pabellón de los animales domésticos trata sobre una pareja que está en la playa planeando su separación. Mil preguntas que se adelantan a una decisión que no está procesada. Quedan restos de amor, mientras la resignación pelea con los recuerdos. Es un cross a la mandíbula, lo dije ni bien lo terminé.
Vodka con limón habla sobre el fracaso en el amor de una maquilladora de cadáveres que siempre se dejó llevar por los maniáticos, los malditos. Ella recuerda sus traumáticas relaciones con un final muy fuerte. Este cuento tiene epígrafe (son solo dos los que tienen y de la misma autora): "Cuidado con el odio, que puede abrir la boca y hacerte comer tu propia pierna como un leproso instantáneo."
El rectángulo exacto donde estuvo mi cama matrimonial es un cuento que habla del abandono, ese que sentimos cuando estamos con alguien que no está con nosotros, aunque duerma a nuestro lado. Enfrentarse al espacio físico que nos contuvo y ya no es más que un lugar frío lleno de imágenes del pasado que se mastican con bronca.
Ojalá alguien haga lo mismo por mí es una historia sobre el desamparo que siente una mujer que no encuentra lugar en la familia que formó, porque ese espacio lo ocupa el fantasma de otra. Es en un rato, de noche, mientras llueve, que trata de entender que no hay forma de apurar el olvido.
La densidad del agua ¿Cómo superar la pérdida en secreto? Mantener la calma en los momentos donde explotar sería lo más conveniente. Apretar los puños frente al recuerdo, atragantarse con la culpa. La monotonía de un matrimonio, el suicidio de la amante. Cargar la pena.
Este cuento es otro de los que tiene un epígrafe de Anne Sexton, dice: "Cuidado con el amor (salvo que sea verdadero, y cada parte tuya, hasta los dedos de los pies, diga sí), porque te va a envolver como una momia y nadie va a oírte gritar."
Quisiera contarles de los nueve. 

Una infinidad de renacuajos se mueven en el agua, entre trenzas de algas, bajo una capa de hojas de tilo y flores de paraíso y musgo, donde los mosquitos apoyan sus largas patas en la superficie de la pileta, y tantean con sus picos, a poca distancia del borde donde Goran fuma sentado en la reposera.


Héctor Prahim trabajó este libro durante años y se nota.
Con él ganó el Premio Casa de las Américas 2018.
Su editor dijo que era el Carver argentino, el maestro Vicente Battista lo comparó con Arlt.
Creo que Héctor tiene una hermosa voz propia, se mueve en la narración como pez en el agua.
Tiene pasajes de belleza conmovedora, de tristeza descomunal. Pasea por los límites, nos acerca a los bordes de sentimientos totalmente opuestos en un par de oraciones.
Nos demuestra que todos somos, en alguna medida, animales domésticos, y que muchas veces la explosión va por dentro.



El pabellón de los animales domésticos.

Héctor Prahim.
Indómita Luz 





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